Unos kilitos de más, ciertas marcas o cicatrices en la piel, más vellosidad de lo «normal», unos pechos más o menos pequeños (para las chicas), la talla del pene (para los chicos)… ¡Y la lista de complejos sigue! Lo mejor sería no tenerlos, pero sabemos que no es cosa fácil, así que la solución pasa por controlarlos. Y que no nos rompan ese (romántico) momento en el que os descubrís el uno al otro por la primera vez.
No te escondas
No hay excusas, incluso si no te gusta tu barriguita, tus hombros o tus pies… no sirven de nada organizar una estratagema digna de un guión de James Bond para esconderlo. La otra persona se preguntará qué juego te llevas entre manos y el romanticismo del momento desaparecerá. El complejo suele estar en nuestra cabeza. ¡Mejor que se quede ahí!
Asúmelo
Por suerte, no es necesario ser la persona más segura de sí misma para poder tener sexo con la persona que te gusta. El momento de tu vida en el que te encuentras, las dificultades o tu estado de ánimo pueden influir en la confianza que tengas en ti mismo/a, eso no significa que tus complejos estarán siempre ahí. Aprovecha que la mirada seductora de tu acompañante la primera noche juntos para sentirte mejor. Recuerda que el deseo es el mejor aliado contra los complejos.
Habla… para desdramatizar
Si hay algo que te bloquea o que te hace sentir incómodo/a, es mejor compartirlo antes que fingir que todo va bien cuando en realidad tu mente está en otra parte. En muchas ocasiones pensamos que es mejor esperar antes de abordar el tema para no asustarle con nuestros problemas. Pero estarás de acuerdo en que tarde o temprano deberás enfrentarte a esa situación, así que, por qué no simplificar las cosas desde el principio.
También puedes darle la vuelta a tus complejos y pensar que si él o ella está en la almohada de al lado es porque ciertamente le atraes. Entonces, no tienes ninguna razón para esconder ciertas partes de tu cuerpo que pueden gustarle. Sin embargo, no necesitas contarle tu vida durante horas (en esa primera cita) y de volver a tu infancia para afirmarle que no te gusta mucho ese dedo meñique de tu pie desde que el caballo de tu vecina te pisó en las fiestas del pueblo. Tienes otras cosas más interesantes que hacer…
«Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza». Gracias, Sigmund Freud.