Saber si gustamos a otra persona es una pregunta que todo el mundo se ha hecho en algún momento de su vida. Ya sea durante una primera cita o con alguien a quien ya has visto unas varias veces, es normal querer saber qué impresión estamos causando para saber a qué atenernos. No importa la experiencia que tengas porque existen una serie de signos los cuales, si prestas atención, te pueden ayudar a descifrar el grado de interés de la otra persona.
De hecho, según un estudio llevado a cabo por el psicólogo Albert Mehrabian, en algunas situaciones en que la comunicación verbal es muy ambigua, la comunicación no verbal puede aportarnos hasta un 55% de la información. Estos son los signos de que la persona que tienes se siente atraída por ti:
Te toca casualmente
Si le gustas a la otra persona, entonces estará buscará constantemente el contacto físico. Eso sí, es importante saber diferenciar lo que es un encuentro accidental, de aquel que es buscado deliberadamente. Si sus piernas rozan con las tuyas o si te toca el brazo o la mano mientras habláis, entonces es muy probable que esa persona esté interesada.
Mira tu boca
El contacto visual es importante, pero cuando le gustas a otra persona notarás que no puede evitar dirigir su mirada hacia tu boca en más de una ocasión.
Se acaricia el pelo
Acariciarse el pelo es una de la formas más claras de coqueteo, sobre todo en el caso de las mujeres. Para ellos es menos frecuente pero precisamente por eso es más evidente su caso, si se pasa las manos por el cabello, entonces es bastante probable que quiera algo más. El lenguaje corporal puede revelarte más de un secreto.
Pupilas dilatadas
Aunque te encuentres frente a un experto en comunicación no verbal que sea capaz de controlar hasta el más mínimo impulso para que no se note su interés, hay ciertos signos que difícilmente podrá controlar. Según otro estudio realizado sobre el tema existe un vínculo directo entre el interés sexual y la dilatación de las pupilas.
El lenguaje no verbal es una parte fundamental a la hora de comunicarnos, y es que aunque podamos controlar lo que decimos, muchas veces nuestro cuerpo envía información que puede traicionarnos (o jugar en nuestro favor). Los gestos, expresiones, respiración y hasta la dilatación de nuestras pupilas comunican tanto o más que lo que estamos diciendo.